lunes, 22 de diciembre de 2014

La contradicción


EL ESPÍRITU DE CONTRADICCIÓN
 
 

Todos hemos conocido a personas que siempre quieren tener razón, que discuten con todo el mundo sólo por llevar la contraria. Con sus discusiones no buscan la verdad, sino demostrar a toda costa que nunca se equivocan. Claro que ellos no se dan cuenta y suelen creer de buena fe que el otro está equivocado. Ante una discusión, ¿a quién haremos caso?, ¿quién logrará convencer al otro?, ¿triunfará la verdad? Quienes conocen el mecanismo sicológico de las discusiones saben que lo de menos es el hecho de conocer la verdad. Lo importante es la actitud del carácter, es decir, la tendencia a contradecir. Si no se suprime esta tendencia, cuya causa ya veremos, las polémicas se eternizan y se agrian cada vez más. La inmensa mayoría de individuos discutidores no buscan la verdad, aunque ellos conscientemente lo creen y lo afirman. No se dan cuenta de que el error sólo los puede conducir a la confusión, acarreándoles perjuicios y sufrimientos. Pero los discutidores necesitan ante todo afirmar su propia personalidad y algunas veces incluso derrotar y humillar a su contrincante. No pueden admitir que se han equivocado, porque entonces sufriría su “yo ideal”, y se sentirían inquietos y angustiados. Por ello, automáticamente, intentan evitar este sufrimiento.

Cuando se busca realmente la verdad no se discute, se delibera. Veamos la diferencia:

1- La deliberación es una conversación tranquila y calmada, sin acaloramiento ni excitaciones, en la que ambas partes desean sinceramente encontrar la verdad. Es conveniente y hasta necesaria en muchos problemas que pueden presentarse. Todas las desavenencias deberían resolverse en esta forma tranquila de deliberación, en la cual ninguno pretende convencer al otro, sino únicamente hallar la verdad o lo más conveniente para el interés común.

La persona insegura tiene inconscientemente un miedo a ceder, porque cree que perdería algo de su prestigio; pero se equivoca, pues el que es capaz de reconocer sus errores y confesarlos demuestra tener claridad mental y nobleza de ánimo, por lo cual a la larga despierta simpatía y comprensión.

2- La discusión. en cambio, es un estado de excitación de las personas durante el cual se despiertan y salen a la superficie sentimientos de agresividad acumulados en el subconsciente. Por este mecanismo, las discusiones repetidas suelen volverse cada vez más violentas, y durante ellas el sujeto revela sus ideas perturbadoras y complejos a los demás. Generalmente, los argumentos y conceptos que salen a relucir durante el acaloramiento ya nada tiene que ver con el asunto que motivó la discusión.

Existen diferentes tipos de discusiones:

a) Discusiones superficiales, las cuales provienen muchas veces de un mal humor por causas externas de la persona, y se calman pronto. Las disputas habituales de ciertos matrimonios son un ejemplo de estas discusiones.

b) Discusiones profundas, en éstas la persona siente la necesidad de salvar a toda costa su falso yo y herir al otro. Son agrias y graves. Generalmente se originan por fuertes ideas perturbadoras productoras de un sentimiento de inferioridad. Y ahora viene lo importante: una vez acostumbrado el individuo a discutir, como el problema causante sigue existiendo en su personalidad, las disputas se repiten cada vez con más frecuencia.

¿Cuál es el mecanismo de esta alteración del carácter? Se trata de personas con su subconsciente cargado de inseguridad y agresividad. Ésta se manifiesta en forma de discusiones, que son como peleas mentales; además sienten la necesidad de afirmar su personalidad, debido a que en lo profundo de ellas, sin que generalmente se den cuenta, existe una falta de confianza en sí mismas, un sentimiento de inferioridad. De ahí que el sujeto no busque la verdad en la discusión, sino el triunfo de su “falso yo” y el poder terminar diciendo a los demás y a sí mismo: “¿Veis como tenía yo razón?”, porque si aceptara que se ha equivocado sentiría el aguijón del sentimiento de inferioridad.
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