AMULETOS
1. Figura, medalla u otro objeto portátil al que se atribuyen
virtudes mágicas: llevo siempre un amuleto colgado cuando tengo examen.
Sinónimos
Higa, talismán, filacteria, medalla, nómina, figura, emblema, símbolo, ídolo, alegoría, sésamo conjuro, sortilegio, salvación.
Higa, talismán, filacteria, medalla, nómina, figura, emblema, símbolo, ídolo, alegoría, sésamo conjuro, sortilegio, salvación.
& Objeto supuestamente dotado de
poderes mágicos, que es llevado por una persona o expuesto en un hogar,
posesión, lugar o negocio, con el fin de que repela y expulse desgracias,
enfermedades o ataques de seres malignos, o bien de que atraiga la fortuna y la
protección de seres benignos.
Muchas han sido las etimologías que,
desde tiempos muy antiguos, se han propuesto de la palabra amuleto. Una de
ellas es la voz griega ámylon (“remedio contra los venenos”). Los antiguos
romanos pensaban que la palabra derivaba de amoliri, que tenía el sentido de
“alejar el mal”. Plinio definió el amuletum como “un objeto que protege a una
persona del mal”. Más tarde se creyó que su nombre derivaba de la voz griega
amma, que significa “nudo”; o bien de amula, nombre de los vasitos de ámbar que
se colgaban del cuello de los niños para mantener fuera a los espíritus
malignos; otras veces se ha aventurado que podría ser una voz derivada del
árabe chamalet, o del griego amulon, “almidón”, sustancia que durante mucho
tiempo se consideró como un remedio infalible contra los venenos.
El sentido y la función de los
amuletos tiene estrecha relación, y a veces hasta se confunde, con los de
talismán y fetiche. Sin embargo, muchos especialistas establecen sutiles
diferencias entre ellos. El talismán sería un objeto cuya carga de poderes
mágicos procedería del interior de la persona. Un talismán no sería, como un
amuleto, un objeto mágico en sí mismo, sino un catalizador de las propias
capacidades mágicas de la persona. Además, el amuleto tiene poderes mágicos de
tipo general, sirve para repeler los males o atraer la suerte de modo estable y
constante, mientras que el talismán suele tener funciones más específicas,
dinámicas y activas, y operar en momentos o condiciones determinadas (cuando se
manipula de determinada manera, cuando se pronuncian determinadas palabras
mágicas, etc.). El fetiche propiamente dicho se asocia especialmente, por otro
lado, a diversas tradiciones centroafricanas, y se suele definir como un objeto
que sirve supuestamente de sede del poder de un espíritu, por lo que funciona
como un amuleto especialmente poderoso.
El empleo de los amuletos protectores
contra seres o potencias malignos es un fenómeno universal, documentado en
todas las épocas y regiones del mundo. Algunos especialistas han llegado
incluso a sugerir que todos los ornamentos corporales y los objetos de joyería
y orfebrería de todas las sociedades (desde los collares o pendientes hasta los
tatuajes) tuvieron en su origen la función de amuletos repelentes de males. Lo
cierto es que el uso de amuletos se relaciona con uno de los principios del
pensamiento mágico (véase magia): el de la simpatía que contagia las cualidades
de un objeto en contacto con otro. De este modo, las propiedades benéficas del
amuleto mágico pasarían a la persona, objeto o propiedad que lo usan o con los
que está en contacto.
Otro de los principios esenciales del
pensamiento mágico con los que se relaciona el uso de amuletos y talismanes es
con el concepto de mana, que en diversas tradiciones religiosas se define como
la energía espiritual específica asociada a cada persona, animal u objeto, y
que tiene un poder de influencia sobre las personas, seres y objetos del entorno,
incluidos los espirituales y malignos.
Tipos y funciones de los amuletos.
Puesto que son la fe y el
convencimiento, personales o colectivos, los que convierten a un objeto en
amuleto, la variedad de éstos es inmensa según las culturas, tradiciones e
incluso familias y personas. Existen, por ejemplo, amuletos ajustados a modelos
muy generales, comunes a muchos pueblos y culturas: así, el cuchillo metálico
repelente de espíritus malignos en muchas culturas euroasiáticas, la
representación de un ojo documentada desde Sumeria, Babilonia, la antigua India
y el antiguo México hasta el Occidente moderno, el cuerno y la higa casi
universales contra el mal de ojo, la antiquísima cruz, o el hexagrama o
Estrella de David. Pero también existen amuletos mucho más específicos, propios
de culturas, de familias y hasta de personas particulares, porque cada ser
humano es dueño de creer y de utilizar cualquier objeto mágico personal.
En general, puede decirse que hay
amuletos (y talismanes) de tipo natural, y otros elaborados por el hombre.
Entre los de tipo natural podrían incluirse determinadas flores, raíces y
plantas (como el ajo, el cardo que en muchos lugares de Europa se ponía en las
puertas de casas y cuadras para repeler a las brujas, o el romero que se ponía
en los carros o en las casas para espantar al demonio), partes del cuerpo
animal (patas de conejo, colas de zorro), conchas, determinadas piedras, etc.
Entre los amuletos elaborados por el hombre están, por ejemplo, los cuchillos,
las herraduras, los dibujos, pictogramas, estatuillas, reliquias, etc.
Otras dos condiciones que parece que en
muchos casos reunen los objetos a los que se confiere la atribución de amuletos
es que tengan formas extrañas y sorprendentes, y que su presencia en la
naturaleza o en la vida cotidiana sea excepcional o exótica. Así, entre los
amuletos naturales pueden citarse las piedras perforadas o los tréboles de
cuatro hojas. Y entre los artificiales, los espejos procedentes de Occidente,
que en diversas tradiciones indígenas africanas y americanas fueron
considerados mágicos por su rareza.
Además, la analogía formal o
simbólica se considera otro requisito importante para que un objeto funcione
como amuleto. Trozos o partes del cuerpo de la liebre, del toro o del león
pueden ser amuletos que infundan velocidad, fuerza o valentía, respectivamente,
a sus poseedores. Llevar símbolos genitales, masculinos o femeninos, se cree en
muchos lugares que incrementa la potencia sexual. Portar reliquias de héroes o
de personas sagradas puede infundir valor o santidad, y llevar figurillas de
dioses implica para los creyentes contar con su presencia y su protección.
También portar figuras de seres demoníacos o monstruosos, como las figurillas
del demonio Pazuzu que portaban los babilonios, o de la cabeza de una gorgona
que llevaban los griegos, puede simbolizar la sumisión a la persona de los
espíritus malignos. El polvo de las tumbas puede conservar, para algunos,
ciertas propiedades de las personas muertas. Y las pequeñas escaleras que se
han encontrado en tumbas de muchos lugares pretendían facilitar el ascenso del
muerto al paraíso.
El material y el color de los
amuletos también están estrechamente ligados a sus funciones mágicas. Así, los
objetos metálicos, y especialmente los de forma más extraña, como las tijeras,
o los de cualidades más raras, como los imanes, se han considerado repelentes
en muchas culturas de demonios, espíritus malignos, brujas y hadas nocivas. La
rareza específica de los materiales (ámbar, azabache, carey, coral, marfil,
perlas) o de las gemas aumentaba, lógicamente, la potencia mágica de los
amuletos elaborados con ellas. Y la calidad de cada piedra también ejercía un
tipo diferente de protección. En Italia se ha considerado tradicionalmente que
el ágata era eficaz contra el mal de ojo, mientras que en Siria se indicaba
contra los desórdenes intestinales; en otras tradiciones, el cristal se
recomendaba contra el dolor de dientes, y el diamante contra los venenos y los
truenos. El berilio era, además, la gema de la esperanza, el carbunclo de la
energía, el rubí del amor, etc. Con respecto a los colores, ha sido el rojo
(color de la sangre y de la vida) el más utilizado, sin duda, como amuleto a lo
largo de la historia. En muchos enterramientos prehistóricos se han encontrado
objetos de color rojo, que simbolizaban la sangre fresca y conferían, en
consecuencia, posibilidades de resurrección al muerto. Y llevar objetos de
color rojo se cree que puede tener una influencia positiva sobre el flujo de la
sangre o los desórdenes menstruales. En la Edad Media se creía, además, que
cada color representaba el carisma del sol, de la luna y de los siete planetas:
las piedras amarillas (ámbar, topacio) se asociaban a la influencia del sol,
las blancas (diamante y perla) a la de la luna, las rojas (rubí) a Marte, las
verdes (esmeralda) a Venus, las negras (ónice y obsidiana) a Saturno, etc.
En numerosos lugares se ha
documentado la función repelente de los espíritus malignos asociada no a
determinados objetos físicos, sino a otros como determinados nombres o
palabras. Ello se explica porque, en el pensamiento primitivo, el nombre o la
voz son considerados como partes esenciales del ser, y simplemente pronunciar
en voz alta, dibujar en el aire o en la arena, o inscribir sobre cualquier
material el nombre de un demonio o de un dios, o una fórmula especial, puede
tener efectos mágicos extraordinarios. Por lo general, este tipo de fórmulas
comienzan con una invocación a la divinidad, como “En el nombre de Dios…”. Su
pronunciación o su canto pueden estar sometidos a condiciones especiales, como
la de que se hagan en voz alta, en voz muy baja, etc. En general, los escritos
especiales que pidan favores divinos o increpen a demonios y seres malignos
están considerados como amuletos potentísimos en muchas culturas. Las
escrituras sagradas hebreas, cristianas o musulmanas se han empleado a lo largo
de los siglos con este fin. A veces se han utilizado alfabetos o fórmulas
crípticas, en la creencia de que eran supuestos lenguajes de dioses y de
espíritus de edades pasadas. En otras ocasiones, resultaba aconsejable cambiar
la posición de determinadas letras. En la Edad Media cristiana circulaban
profusamente cartas caídas supuestamente del cielo para proteger a los fieles,
y hoy en día todavía circulan y se venden, en determinados monasterios y
conventos, “nóminas” para espantar a las brujas. Igualmente efectivos como
amuletos se han considerado siempre los dibujos o figuras inscritos en algún
soporte material. Por ejemplo, las representaciones de la cruz, de la Estrella
de David, del pentagrama, de los signos del Zodíaco de una persona, que se cree
que incrementan sus propiedades astrológicas en sus portadores, etc.
Los poderes mágicos de los amuletos
pueden depender en ocasiones de que sean expuestos en lugares visibles o
públicos, o, por el contrario, de que se mantengan en lugares secretos u ocultos.
Así, a veces se exponen en paredes, dinteles o esquinas de edificios, o se
exhiben bajo la forma de collares o de broches en el cuerpo. Pero otras veces
es necesario mantenerlos ocultos para que no pierdan su potencia mágica, y no
transmitir su conocimiento o su formulismo hasta que la persona se vea en
trance de muerte y elija al heredero de esos objetos o potencias mágicas.
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