miércoles, 12 de noviembre de 2014

Amuletos (1)

AMULETOS



1. Figura, medalla u otro objeto portátil al que se atribuyen virtudes mágicas: llevo siempre un amuleto colgado cuando tengo examen.
Sinónimos
Higa, talismán, filacteria, medalla, nómina, figura, emblema, símbolo, ídolo, alegoría, sésamo conjuro, sortilegio, salvación.
& Objeto supuestamente dotado de poderes mágicos, que es llevado por una persona o expuesto en un hogar, posesión, lugar o negocio, con el fin de que repela y expulse desgracias, enfermedades o ataques de seres malignos, o bien de que atraiga la fortuna y la protección de seres benignos.
Muchas han sido las etimologías que, desde tiempos muy antiguos, se han propuesto de la palabra amuleto. Una de ellas es la voz griega ámylon (“remedio contra los venenos”). Los antiguos romanos pensaban que la palabra derivaba de amoliri, que tenía el sentido de “alejar el mal”. Plinio definió el amuletum como “un objeto que protege a una persona del mal”. Más tarde se creyó que su nombre derivaba de la voz griega amma, que significa “nudo”; o bien de amula, nombre de los vasitos de ámbar que se colgaban del cuello de los niños para mantener fuera a los espíritus malignos; otras veces se ha aventurado que podría ser una voz derivada del árabe chamalet, o del griego amulon, “almidón”, sustancia que durante mucho tiempo se consideró como un remedio infalible contra los venenos.
El sentido y la función de los amuletos tiene estrecha relación, y a veces hasta se confunde, con los de talismán y fetiche. Sin embargo, muchos especialistas establecen sutiles diferencias entre ellos. El talismán sería un objeto cuya carga de poderes mágicos procedería del interior de la persona. Un talismán no sería, como un amuleto, un objeto mágico en sí mismo, sino un catalizador de las propias capacidades mágicas de la persona. Además, el amuleto tiene poderes mágicos de tipo general, sirve para repeler los males o atraer la suerte de modo estable y constante, mientras que el talismán suele tener funciones más específicas, dinámicas y activas, y operar en momentos o condiciones determinadas (cuando se manipula de determinada manera, cuando se pronuncian determinadas palabras mágicas, etc.). El fetiche propiamente dicho se asocia especialmente, por otro lado, a diversas tradiciones centroafricanas, y se suele definir como un objeto que sirve supuestamente de sede del poder de un espíritu, por lo que funciona como un amuleto especialmente poderoso.
El empleo de los amuletos protectores contra seres o potencias malignos es un fenómeno universal, documentado en todas las épocas y regiones del mundo. Algunos especialistas han llegado incluso a sugerir que todos los ornamentos corporales y los objetos de joyería y orfebrería de todas las sociedades (desde los collares o pendientes hasta los tatuajes) tuvieron en su origen la función de amuletos repelentes de males. Lo cierto es que el uso de amuletos se relaciona con uno de los principios del pensamiento mágico (véase magia): el de la simpatía que contagia las cualidades de un objeto en contacto con otro. De este modo, las propiedades benéficas del amuleto mágico pasarían a la persona, objeto o propiedad que lo usan o con los que está en contacto.
Otro de los principios esenciales del pensamiento mágico con los que se relaciona el uso de amuletos y talismanes es con el concepto de mana, que en diversas tradiciones religiosas se define como la energía espiritual específica asociada a cada persona, animal u objeto, y que tiene un poder de influencia sobre las personas, seres y objetos del entorno, incluidos los espirituales y malignos.
Tipos y funciones de los amuletos.
Puesto que son la fe y el convencimiento, personales o colectivos, los que convierten a un objeto en amuleto, la variedad de éstos es inmensa según las culturas, tradiciones e incluso familias y personas. Existen, por ejemplo, amuletos ajustados a modelos muy generales, comunes a muchos pueblos y culturas: así, el cuchillo metálico repelente de espíritus malignos en muchas culturas euroasiáticas, la representación de un ojo documentada desde Sumeria, Babilonia, la antigua India y el antiguo México hasta el Occidente moderno, el cuerno y la higa casi universales contra el mal de ojo, la antiquísima cruz, o el hexagrama o Estrella de David. Pero también existen amuletos mucho más específicos, propios de culturas, de familias y hasta de personas particulares, porque cada ser humano es dueño de creer y de utilizar cualquier objeto mágico personal.
En general, puede decirse que hay amuletos (y talismanes) de tipo natural, y otros elaborados por el hombre. Entre los de tipo natural podrían incluirse determinadas flores, raíces y plantas (como el ajo, el cardo que en muchos lugares de Europa se ponía en las puertas de casas y cuadras para repeler a las brujas, o el romero que se ponía en los carros o en las casas para espantar al demonio), partes del cuerpo animal (patas de conejo, colas de zorro), conchas, determinadas piedras, etc. Entre los amuletos elaborados por el hombre están, por ejemplo, los cuchillos, las herraduras, los dibujos, pictogramas, estatuillas, reliquias, etc.
Otras dos condiciones que parece que en muchos casos reunen los objetos a los que se confiere la atribución de amuletos es que tengan formas extrañas y sorprendentes, y que su presencia en la naturaleza o en la vida cotidiana sea excepcional o exótica. Así, entre los amuletos naturales pueden citarse las piedras perforadas o los tréboles de cuatro hojas. Y entre los artificiales, los espejos procedentes de Occidente, que en diversas tradiciones indígenas africanas y americanas fueron considerados mágicos por su rareza.
Además, la analogía formal o simbólica se considera otro requisito importante para que un objeto funcione como amuleto. Trozos o partes del cuerpo de la liebre, del toro o del león pueden ser amuletos que infundan velocidad, fuerza o valentía, respectivamente, a sus poseedores. Llevar símbolos genitales, masculinos o femeninos, se cree en muchos lugares que incrementa la potencia sexual. Portar reliquias de héroes o de personas sagradas puede infundir valor o santidad, y llevar figurillas de dioses implica para los creyentes contar con su presencia y su protección. También portar figuras de seres demoníacos o monstruosos, como las figurillas del demonio Pazuzu que portaban los babilonios, o de la cabeza de una gorgona que llevaban los griegos, puede simbolizar la sumisión a la persona de los espíritus malignos. El polvo de las tumbas puede conservar, para algunos, ciertas propiedades de las personas muertas. Y las pequeñas escaleras que se han encontrado en tumbas de muchos lugares pretendían facilitar el ascenso del muerto al paraíso.
El material y el color de los amuletos también están estrechamente ligados a sus funciones mágicas. Así, los objetos metálicos, y especialmente los de forma más extraña, como las tijeras, o los de cualidades más raras, como los imanes, se han considerado repelentes en muchas culturas de demonios, espíritus malignos, brujas y hadas nocivas. La rareza específica de los materiales (ámbar, azabache, carey, coral, marfil, perlas) o de las gemas aumentaba, lógicamente, la potencia mágica de los amuletos elaborados con ellas. Y la calidad de cada piedra también ejercía un tipo diferente de protección. En Italia se ha considerado tradicionalmente que el ágata era eficaz contra el mal de ojo, mientras que en Siria se indicaba contra los desórdenes intestinales; en otras tradiciones, el cristal se recomendaba contra el dolor de dientes, y el diamante contra los venenos y los truenos. El berilio era, además, la gema de la esperanza, el carbunclo de la energía, el rubí del amor, etc. Con respecto a los colores, ha sido el rojo (color de la sangre y de la vida) el más utilizado, sin duda, como amuleto a lo largo de la historia. En muchos enterramientos prehistóricos se han encontrado objetos de color rojo, que simbolizaban la sangre fresca y conferían, en consecuencia, posibilidades de resurrección al muerto. Y llevar objetos de color rojo se cree que puede tener una influencia positiva sobre el flujo de la sangre o los desórdenes menstruales. En la Edad Media se creía, además, que cada color representaba el carisma del sol, de la luna y de los siete planetas: las piedras amarillas (ámbar, topacio) se asociaban a la influencia del sol, las blancas (diamante y perla) a la de la luna, las rojas (rubí) a Marte, las verdes (esmeralda) a Venus, las negras (ónice y obsidiana) a Saturno, etc.
En numerosos lugares se ha documentado la función repelente de los espíritus malignos asociada no a determinados objetos físicos, sino a otros como determinados nombres o palabras. Ello se explica porque, en el pensamiento primitivo, el nombre o la voz son considerados como partes esenciales del ser, y simplemente pronunciar en voz alta, dibujar en el aire o en la arena, o inscribir sobre cualquier material el nombre de un demonio o de un dios, o una fórmula especial, puede tener efectos mágicos extraordinarios. Por lo general, este tipo de fórmulas comienzan con una invocación a la divinidad, como “En el nombre de Dios…”. Su pronunciación o su canto pueden estar sometidos a condiciones especiales, como la de que se hagan en voz alta, en voz muy baja, etc. En general, los escritos especiales que pidan favores divinos o increpen a demonios y seres malignos están considerados como amuletos potentísimos en muchas culturas. Las escrituras sagradas hebreas, cristianas o musulmanas se han empleado a lo largo de los siglos con este fin. A veces se han utilizado alfabetos o fórmulas crípticas, en la creencia de que eran supuestos lenguajes de dioses y de espíritus de edades pasadas. En otras ocasiones, resultaba aconsejable cambiar la posición de determinadas letras. En la Edad Media cristiana circulaban profusamente cartas caídas supuestamente del cielo para proteger a los fieles, y hoy en día todavía circulan y se venden, en determinados monasterios y conventos, “nóminas” para espantar a las brujas. Igualmente efectivos como amuletos se han considerado siempre los dibujos o figuras inscritos en algún soporte material. Por ejemplo, las representaciones de la cruz, de la Estrella de David, del pentagrama, de los signos del Zodíaco de una persona, que se cree que incrementan sus propiedades astrológicas en sus portadores, etc.

Los poderes mágicos de los amuletos pueden depender en ocasiones de que sean expuestos en lugares visibles o públicos, o, por el contrario, de que se mantengan en lugares secretos u ocultos. Así, a veces se exponen en paredes, dinteles o esquinas de edificios, o se exhiben bajo la forma de collares o de broches en el cuerpo. Pero otras veces es necesario mantenerlos ocultos para que no pierdan su potencia mágica, y no transmitir su conocimiento o su formulismo hasta que la persona se vea en trance de muerte y elija al heredero de esos objetos o potencias mágicas.


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